
La primera pirámide que vio la luz fue la escalonada de Sakara, la construyó para el faraón Dyoser el arquitecto, médico e ingeniero de Inhotep, dicen de el que era una auténtico portento natural en múltiples campos, que era tan brillante o más que Leonardo. Es uno de los lugares que más me han emocionado, Sakara es un complejo funerario, en el se encuentran hipogeos, mastabas y pirámides.

Pero si la pirámide ya resulta admirable per se, su interior no es menos sorprendente, las entrañas del monumento con catorce entradas falsas y solo una verdadera que conforman un laberinto de pasadizos, pozos, trampas, cámaras mortuorias y almacenes, si sumamos todos ellos su longitud total sería de unos seis km.

Poder tocar esas vetustas piedras con las yemas de los dedos es algo indescriptible.

Viajero, cuando estés frente a esta maravilla recuerda que cuando nació Jesús de Nazaret, esta pirámide ya llevaba más de 2.500 años construida; reflexiona un poco, aún quedarían 500 años para igualar ese tiempo.

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