
Los primeros días los dedicamos a no hacer nada, beber algo de ron, leer un buen libro, dar pequeños paseos y a descansar, descansar, descansar...


Es una alegría para vista, y más aún para los aficionados a la fotografía, una naturaleza de vegetación abundante y fauna que ya casi ni se inmutan ante la presencia de las personas y que permite que te quedes disfrutando de su presencia.


vista desde la ventana de mi habitación, quietud, tranquilidad, sosiego, paz...



Y el mar, siempre el mar, bajo las palmeras escuchando el rumor de la olas y un vaso de ron en la mano con el que alegrar el esiritu.


Viaje que hemos de repetir algún día, porque el que viaja a la República Dominicana con el corazón abierto y la mente libre se queda prendido de esa tierra y de sus gentes y solo piensa que algún día ha de volver.
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