Viajar es irse, fugarse, moverse siempre hacia adelante y de vez en cuando regresar para de nuevo volver a partir

jueves, 26 de abril de 2012

el Sherpa

Lo mejor de viajar es la gente que conocemos en el camino. En el tiempo que estuvimos en Katmandú cenamos varios días en un restaurante donde había música tradicional en directo,  algunos de los presentes animados por el alcohol salían a cantar y bailar al escenario junto a los artistas, el lugar era, por decirlo de alguna manera un karaoke folck al modo y gusto de los habitantes del lugar; a mi me encantaba la música y el ambiente  sin concesión para los turistas y viajeros. No señor, no era un lugar frecuentado por extranjeros a si que nuestra presencia era siempre llamativa y se nos acercaban curiosos a preguntar y conversar e incluso alguno intentó  sacarnos a bailar y cantar con ellos. Una  noche un  nepalí enjuto se acercó a conversar, nos preguntó y como hablaba algo de español se sentó a la mesa y poco poco fuimos intimando y conociendo quienes érámos y que hacíamos por estos mundos de Dios, el hombre resultó ser un sherpa de alta montaña genuino y que aprendió la lengua de Cervantes con los muchos ciudadanos de este país que visitan Nepal para escalar sus altas cumbres, batir no se que records, y también salir en las tv y en las radios como héroes de tebeo, al filo de lo imposible, etc. Le pregunté cuantas veces había escalado un ochomil, se paró a pensar y estuvo un buen rato haciendo memoria y contando, comenzó relatando los numerosos picos de más de ocho mil metros que había escalado: -creo que más de treinta- me dijo; no podía recordarlo todo pues vivo haciendo eso de continuo. -Y no solo por Nepal- comentó, -También en Pakistán-; en su relato descubrimos que algunos de esos ochomiles los había subido tres y cuatro veces, montañas míticas como el Everest... Ambos estábamos algo ebrios, le di una abrazó y sacamos una foto para el recuerdo.   Desde ese día dejé de admirar y respetar un poquito a los montañeros de occidente y aprendí que la verdadera gloría debería ser para estos pequeños y enjutos hombres que suben, bajan  y suben de nuevo a las más altas cumbres del planeta por la necesidad de ganarse la vida y que en los ratos libres se van a divertirse y tomar unas copas, a veces con gentes como el viajero que fue testigo y les relata estos hechos.