Viajar es irse, fugarse, moverse siempre hacia adelante y de vez en cuando regresar para de nuevo volver a partir

sábado, 14 de febrero de 2015

Templo dorado en Amritsar, en el Punjab, India.


Desde Lahore, la que llaman los musulmanes ciudad del pecado, dejamos Pakistán camino de la India.  A pié cruzamos por Waga Border, la frontera de los esperpentos y los desfiles con los que  cada  día en las arriada de las banderas se retan los soldados más grandes y lustrosos de ambos países. Nada más cruzar negociamos un taxi, cambiamos divisas y pasamos a la parte India de Punjab, el estado rasgado en dos y reclamado por ambos países que ha dado origen a dos guerras. A unos pocos minutos de la frontera se encuentra Amritsar, capital espiritual de los Sij, en ella se encuentra El Templo Dorado el lugar más sagrado de esta fe. El templo, es el centro de peregrinación de millones de personas que cada año lo visitan desde todas las partes del mundo, y es sin duda alguna, uno de los lugares más fascinantes de la tierra.
Para entrar en su interior solo hemos de cubrirnos la cabeza y nosotros lo hacemos, me hago con un paño que ceñido alrededor se convierte en mi turbante sij y que ya me acompañaría en el resto de mi viaje por la India. Entramos al anochecer en su interior, yo estaba algo preocupado porque ya era noche casi cerrada y no tendría buenas fotos pero estaba equivocado. Al entrar al interior el impacto visual es brutal, el inmenso estanque con el templo en el medio es una visión grandiosa, los fieles a miles están en rededor del templo adorando a su Dios, oran, cantan, mustian palabras incomprensibles para nosotros  y veneran; se postran en el suelo siempre mirando al templo situado como una perla en el centro del lago; algunos convulsionan en el suelo y otros entran en trance. Somos testigos  de una catarsis colectiva de una intensidad nunca vista por el viajero. No nos restringen en nada, hay cientos de hombres repartidos por todo el templo vestidos con los trajes tradicionales de guerrero Sij y armados con lanzas de verdad como manda su tradición. Se puede palpar que sienten orgullosos de su fe y a diferencia de en algunos templos indúes  donde nunca nos dejaron entrar en este caso no nos ponen atención alguna, como si fuéramos uno más de ellos; incluso entramos a ver el Libro Sagrado, el libro vivo, que recibe el tratamiento de un ser vivo y que mora en el interior del templo, si hace calor lo abanican y si hace frio lo arropan. En los laterales del templo observamos como los adivinos leen el futuro de algunos fieles. Entonces sin que nos diéramos cuenta la gente comenzó a acudir hacia el templo dorado y  en segundos se inicia una ceremonia religiosa; es como una especie de rosario y el sacerdote comienza unos cánticos y todos los demás: hombres y mujeres al unisono responden cantando mientras acuden al interior del templo. En unos segundos quedamos atrapados en el interior de la pasarela a solo unos metros del templo sin poder movernos, sin salir hasta que acabe todo. La ceremonia religiosa es larga, unos ratos se está de pies, otros de rodillas, nosotros en deferencia hacemos lo mismo pero al rato me canso y me duelen las rodillas, me hacen señas de que no importa y que permanezca de pie, y así hago, me siento un poco tenso cuando todos se arrodillan soy el único en pie, pero no pasa nada y para ellos no es problema. Pasamos cerca de una hora escuchando los cantos que son musicalmente agradables y transmiten una espiritualidad honesta y sincera. Fue aquella sin duda una experiencia profunda, aún hoy día se me eriza el bello al recordarlo.
Nota:
En todos los templo Sij del mundo se puede conseguir alojamiento gratuito, y también  dan de comer a todos los peregrinos y visitantes; son excelentes anfitriones y corresponde al viajero corresponder y aceptar de buen agrado lo que le ofrecen.