Viajar es irse, fugarse, moverse siempre hacia adelante y de vez en cuando regresar para de nuevo volver a partir

sábado, 21 de marzo de 2009

Karachi





Mi primer viaje a Karachi ha sido raudo y veloz, efímero como un suspiro que se lleva el viento.







Envuelto en todo momento en una burbuja artificial, esta mi primera visión de la ciudad es en su mayor parte una visión desde detrás de un cristal de un gran coche o de un hotel de lujo de los que tienen las ventanas bloqueadas y que nos aísla del contacto con el exterior. Ha sido como un noviazgo antiguo, en el que los novios se veían a través de una ventana con rejas que los aislaba del contacto físico pero no de las ganas de amarse, que como en mi caso, aumentaban de manera exponencial.






Si Islamabad es una ciudad limpia, blanca, horizontal, fría, sin pasión; aséptica y triste, muy triste... Karachi es todo lo contrario, la otra cara de la moneda; si Islamabad es sede de las instituciones y del poder político, Karachi es sede del alma popular de Pakistán y, además, tiene mar. ¡Oh, el mar!






Karachi (urdu: کراچي, sindhi: ڪراچي) es la ciudad más poblada de Pakistán y la capital de la provincia de Sindh. Es el centro financiero y comercial del país. La ciudad está localizada en la costa del Mar Arábigo, al noroeste de la desembocadura del río Indo. Con una población que supera los 16 millones de habitantes.



En el anochecer me asomo a la ventana del hotel e imagino un mundo distinto, intento vislumbrar el mar, mas no alcanzo, me conformo con oler su brisa.




Quedan vestigios coloniales en forma de edificios, iglesias, cuarteles, palacios y cárceles de la época en que la India era la joya del imperio británico.





Transporte escolar, los últimos niños en llegar lo hacen sobre la baca del vehículo, nos puede parecer una barbaridad pero para ellos es algo normal.





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